La más pequeña buena acción de hoy es la conquista de un punto estratégico desde el cual, unos meses más tarde, podremos avanzar hacia victorias con las que nunca soñamos. Ceder hoy a nuestra ira o nuestra lujuria, por trivial que sea esa concesión, es la pérdida de un camino, una vía férrea o un puente desde los que el enemigo puede lanzar un ataque de otro modo imposible.
No hay actos deliberados, por insignificantes que parezcan; que estén enraizados en alguno de nuestros defectos de carácter que no tengan consecuencias que a la postre podrían presentarse como desastrosas. Ceder a alguno de estos defectos es allanarle el camino al enemigo…