Si no somos capaces de imaginar una alternativa, ¿quién controlará a «la realidad» que está en el poder, y que pretende imponerse como la única realidad posible? Aquella persona o colectivo que pierde la capacidad de imaginar alternativas (otra razón más para defender la importancia de las humanidades) caerá en una especie de claustrofobia ontológica, y, lo que es peor, en la tiranía de la realidad única. Nada más necesario, pues, que la fantasía para garantizar un buen sentido de la realidad.