Ternura y derrota

Estoy convencida de que la primera palabra de seguridad de la historia de nuestra civilización tuvo que ser así de simple: no.

Porque no es la palabra más mancillada.

No: esa que nadie se toma en serio cuando es dicha.

No: vaciada de todo significado, de todo efecto.

No: la ternura.

No20.

Con la complicidad no hay amado ni hay amante. Con la complicidad no hay amo ni tampoco esclavo.

Simone Weil sufría de unos dolores de cabeza insoportables, para sobrellevarlos se aprendía de memoria esos poemas de amor a Dios, los recitaba para sí misma, se concentraba en ellos para disminuir el mal. Simone Weil guardaba su mal tan dentro de sí para no extenderlo. Para no ser partícipe de la metástasis social, lo apaciguaba con poesía. Esa era parte de su mística: saborear poco más que el dolor. Acomodarse en la miseria. Gozar del alimento falso que le proporcionaba la humillación.

«yo me veo ante nuestro amor como ante un monstruo invisible»

Digo que ella te dio la razón porque todo cuanto quería escribirte yo ya está sugerido en esos versos: que me dejaría llevar una y mil veces por la ola. Que me dejaría arrastrar una y mil veces por las piedras bebé. Que me contaría una y mil veces mis peores secretos porque la conciencia del dolor me ayuda a conocer mis límites. Me ayuda a dibujar mis imposibilidades. Porque cuando amo no tengo límites. Y entonces, ¿es por eso por lo que, como el resto de escritoras del deseo, yo siempre termino invocando al dolor?

Tú me dijiste que todas las escritoras gesticulamos de un modo similar. Que todos nuestros textos se componen del aire viciado de la sumisión. De Unica Zürn a Hilda Doolittle, de Simone Weil a Edith Stein, de Angélica Liddell a Sarah Kane. Leerlas es gesticular. Empeñarse en entrelazarlas para una genealogía de la sumisión es gesticular. Tú me dijiste que ya no se podía decir nada después de ellas. Que con ellas el dolor ya estaba retratado.

Ternura: me abruma que a las escritoras, incluso si no tenemos nombre, ni cuerpo, ni vida de escritoras, nos exijan siempre andar contando la verdad.

El perdón puede ser un acto generoso. El permiso, una absoluta necesidad.

«la bibliografía como biografía»

seguridad es la posibilidad de la narración de tu amor monstruoso.