no tengo por costumbre interferir en los acontecimientos cuando observo que pretenden seguir su curso sin tener en cuenta mis planes.
Dejo entonces que los acontecimientos se expliquen por sí mismos hasta el final, para no perderme lo que tienen que enseñarme.
Este método siempre me ha funcionado, pero nunca me ha resultado tan provechoso como aquel día, porque gané tres cosas:
En primer lugar, pude visitar Shrirangam, de la que debo admitir que nunca había oído hablar.
En segundo lugar, conocí a Vishnú, el Dios Supremo, al que —lo confieso— nunca había prestado la menor atención hasta entonces.
Por último, obtuve mi segunda liberación, pues dejé allí mi monedero y todas mis pertenencias. Una liberación que —lo confieso—no habría buscado por mi cuenta.