Una teoría crítica de la inteligencia artificial

Los eventos y sucesos no se convierten en datos hasta que no han sido interpretados como tales.

examen acerca de su naturaleza revela diversos problemas en relación con las promesas de que los datos sean la nueva representación exacta del mundo.

El «Estado informacional» (Braman 2009) estaría remplazando al Estado burocrático del bienestar y esa transformación se verifica, de entrada, en la naturaleza misma de los datos.

Los tecnófilos dirán que estamos entrando en una maravillosa época, con grandes oportunidades comerciales y científicas, mientras que los tecnófobos nos advertirán de la pérdida de privacidad y las posibilidades insólitas de represión.

Pero, ahora, los datos no son tanto ordenados por la autoridad como producidos por la sociedad, a través de sus interacciones, la movilidad o el consumo.

El problema de la actual ciencia de datos es que, a menudo, tiene detrás métodos que se basan en epistemologías simples –una analítica de datos «agnóstica»– que se desentienden de la naturaleza compleja y contextual de los humanos y sus interacciones, que no se interrogan críticamente por los supuestos del conocimiento.

Veámoslo con el experimento que se llevó a cabo en el Rijkmuseum, en Ámsterdam, para enseñar a una máquina a pintar como Rembrandt.

Que haya muchas obras de arte exitosas en términos de aceptación pública producidas mediante la inteligencia artificial no habla tanto en favor de esta tecnología como en contra del gusto público, tan fácil de satisfacer con productos que no suponen ninguna aportación genuina en términos de creatividad, que se limitan a agradar y responder a las expectativas de entretenimiento.

En este contexto, las ciencias humanas y sociales –en concreto, la filosofía– tienen que desempeñar un papel muy importante; ya no es algo subsidiario o complementario, sino que atañe al núcleo de la empresa epistemológica, de lo que debemos entender por inteligencia y que puede contribuir decisivamente a dilucidar el futuro de la inteligencia artificial.

Nuestro pensamiento y experiencia dependen de nuestro cuerpo, que desempeña un papel activo en los procesos cognitivos.