Poemas

¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas

¿Cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?

Y puesto que me ausento, por el último vale te prometo rendido mi amor y fe constante, siempre quererte, nunca olvidarte

¿Que no hay luz en esos ojos?
¿Que no hay voz en esa boca?

Él es libre para amarme,

aunque otra su amor provoque.

El que está triste censura
al alegre de liviano
y el que está alegre se burla
de ver al triste penando.

Si es malo, yo no le sé;

sé que nací tan poeta,

que azotada, como Ovidio,

suenan en metro mis quejas.

Dices que yo te olvido, Celio, y mientes,

en decir que me acuerdo de olvidarte,

pues no hay en mi memoria alguna parte

en que, aun como olvidado, te presentes.

Y adiós, que esto no es más de

darte la muestra del paño:

si no te agrada la pieza,

no desenvuelvas el fardo.