Las lealtades

A veces me digo que hacerse adulta tan solo sirve para eso: reparar las pérdidas y los daños del comienzo. Y mantener las promesas del niño que hemos sido.

Yo soy ese pájaro negro que quería ser blanco y que ha traicionado a los suyos. Me creía más lista. Me creía capaz de imitar el canto de las tórtolas. Pero yo también he perdido el uso de mis alas, y donde estoy es inútil batallar.

A veces me digo que hacerse adulta tan solo sirve para eso: reparar las pérdidas y los daños del comienzo. Y mantener las promesas del niño que hemos sido.

Sé que los hijos protegen a los padres y qué pacto de silencio los conduce a veces a la muerte

Son lazos invisibles que nos vinculan a los demás –lo mismo a los muertos que a los vivos–, son promesas que hemos murmurado y cuya repercusión ignoramos, fidelidades silenciosas, son contratos pactados las más de las veces con nosotros mismos, consignas aceptadas sin haberlas oído, deudas que albergamos en los entresijos de nuestras memorias.

minutos, me apetecía debatir. Mi voz no se limita ya a tranquilizarme, ahora emite opiniones.

Hablé conmigo misma durante unos minu

Luego me acarició la mejilla, de manera furtiva, un gesto de antes, de hacía mucho tiempo; de antes de los hijos, de los ordenadores, de los teléfonos móviles, antes de la araña en la tela de internet.

Extraño mundo que nos permite soltar aquí y allá una frase anónima, ambivalente o extrema sin darnos nunca a conocer.

Por suerte, no se plantea aplicar una sanción. Lleva más de veinte años en la docencia. Sabe a qué presión, a qué estrés nos vemos sometidos y las responsabilidades que hemos de asumir. Debemos ser solidarios.