¿Qué me empujó en esta búsqueda?, ¿fue solo un intento de detener mi derrumbe?, ¿fue curiosidad?, ¿el éxtasis del descubrimiento? Ninguna de esas respuestas me satisface. Cuando un ser querido muere, el acto reflejo es básico, e intuyo, universal: uno vuelve mentalmente a esa persona, repasa los temas de conversación, rescata el viejo léxico de guiños y chistes internos, revisita los lugares comunes. No lo hace por masoquismo, lo hace para mantenerlo vivo, «to keep the ball rolling», decía Conrad, porque un día la persona que más querés desaparece y te das cuenta de que la charla quedó trunca. En esos momentos no le reclamamos al pasado recuerdos lindos, con que sean recuerdos, alcanza y sobra. Creo que en el fondo me inventé la búsqueda para seguir hablando con mi vieja amiga Enriqueta; dado que ya no podía acompañarla al sauna, ni sacarle las espinas a su pescado, dado que ya no podía alcanzarle la luz negra como una tea encendida