No eres tú, soy yo

Paso pá­gi­nas en mi li­bre­ta y bus­co una en blan­co, una lle­na de po­si­bi­li­da­des, una que es­pe­ra que es­cri­ban en ella la his­to­ria de Zoey y Mi­les.

Coge lo que te han dado y re­es­crí­be­lo. Cam­bia el ar­gu­men­to, al­te­ra los diá­lo­gos, haz que flu­ya.

Un puto beso y Mi­les, el aman­te de las co­me­dias ro­mán­ti­cas, está de vuel­ta y pre­pa­ra­do para enamo­rar­se a la pri­me­ra de cam­bio

re­cha­cé a Jor­dan. Es­toy enamo­ra­do de la chi­ca con la que lle­vo se­ma­nas ha­blan­do. Pien­so en ella todo el rato. En lo que dice, en lo que pien­sa. Me hace reír. Y al­guien me dijo una vez que una re­la­ción no es más que en­con­trar a la per­so­na que te haga reír en los peo­res días

Des­de le­jos, se­gu­ro que pa­re­ce la de­cla­ra­ción tec­no­ló­gi­ca más ri­dí­cu­la del mun­do.

Se le­van­ta tan de­pri­sa que tira al sue­lo la bol­sa, su bol­sa ab­sur­da y odio­sa que me es­tru­ja el co­ra­zón, por­que es tan Mi­les, y aun­que lo haya odia­do, tam­bién lo he echa­do de me­nos.

No sa­bía si vol­ve­ría a ver­lo y de pron­to aquí es­ta­mos, como si nada hu­bie­ra cam­bia­do, como si no me hu­bie­ra roto el co­ra­zón.

Se­gu­ro que los ex­per­tos en mind­ful­ness le han pues­to al­gún nom­bre («co­mer len­to» o algo pa­re­ci­do), pero hoy yo lo voy a lla­mar así: «vi­vir».

Fue muy ex­ci­tan­te, ¿eh? —Y mue­ve las ce­jas.
Quie­ro res­pon­der al­gu­na ocu­rren­cia, pero en lu­gar de eso creo que, de he­cho, me es­toy po­nien­do rojo. Suer­te que mi piel, un poco más os­cu­ra, sue­le ocul­tar­lo bas­tan­te bien

Mis pa­dres son ri­dícu­los y es ri­dí­cu­la­men­te com­pli­ca­do es­tar a su al­tu­ra.