Los seres humanos somos iguales en una sola cosa: en que todos somos distintos. Y aceptar esas diferencias es lo que hace al mundo interesante, vivible y civilizado. Ya le dijo el boxeador Cassius Clay a Isaac Stern:
—Usted y yo somos iguales, porque vivimos de nuestras manos.
—Iguales pero distintos, porque yo no tengo todavía ninguna marca en la cara—respondió el violinista.