Augusto II el Fuerte, el mayor coleccionista de porcelana del siglo XVII, decía: «El deseo de comprar se parece a la necesidad que tenía de chico por comer naranjas». Su pasión desenfrenada lo llevó a encarcelar a un joven alquimista, Johann Friedrich Böttger, con el fin de que este descubriera la fórmula de la porcelana blanca, hasta entonces un secreto solo conocido en China y Japón. Cuando Böttger finalmente perfeccionó la receta en 1709, Augusto fundó la manufactura de Meissen, la primera fábrica de porcelana europea, y, tras ello, comenzó a soñar con el suntuoso palacio que albergaría todos sus objetos. Pero esa es otra historia.