Cuentos de horror

Un hombre es como un árbol: En un bosque de sus iguales crecerá tan recto como su naturaleza individual y genérica lo permita; solo en campo abierto, cede a las tensiones y torsiones deformantes que lo rodean.

Tengo apenas una convicción de que en ocasiones los vivos son vistos donde no están, sino donde han estado, donde han vivido tanto tiempo, quizá tan intensamente, como para haber dejado su impresión en todo lo que les rodea.

una dama que carece de la ventaja moral de una nariz encontraría en la lucha por convertirse en la señora King una ardua empresa

que había sufrido la amputación de un dedo del pie. Mi conducta fue brutal, si lo desean, pero si me hubiera casado con ella habría sido miserable toda mi vida, y la habría hecho miserable a ella

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La nariz no estaba mal, para ser una nariz; uno no espera mucho de las narices.

Había telarañas en los ángulos de las paredes y colgando del techo como tiras de encaje antiguo

Un hombre es como un árbol: En un bosque de sus iguales crecerá tan recto como su naturaleza individual y genérica lo permita; solo en campo abierto, cede a las tensiones y torsiones deformantes que lo rodean.

Dependemos tanto de la ordenada operación de las familiares leyes de la naturaleza que cualquier aparente suspensión de ellas parece ser una amenaza a nuestra seguridad, una advertencia de impensables calamidades.

Sobre los campos pedregosos el calor visible danzaba con un vivo temblor incompatible con la gravedad que es atributo de lo sobrenatural.