Joder, te amo tanto… —Le lleno la cara de besos—. No hagas más estupideces.
—Dios, no puede ser —susurran a mi espalda.
La abrazo con fuerza como si me la fueran a arrebatar, jurándome no permitir que tal cosa suceda jamás.
—¿Morí? —susurra.
—Jamás dejaría que pase.
La abrazo y vuelve a desmayarse.