Mujeres de los fiordos

Bjørg Vik

«UNA PETUNIA OLVIDADA»

Título original: «En gjenglemt petunia»

Y entretanto?

¿El momento? El amanecer que entra por la ventana. Una nada. Un todo incipiente.

La abuela estaba allí.

—¡Si lo olvido, recuérdamelo! Recuérdame cómo golpean la alegría, la pena, el amor. Cómo golpea la insensatez. ¡La maldad!

—Es como un bumerán. Es la fuerza, o el golpe, que siempre retorna

Nunca llegaré a saber quién fue.

—Un buen motivo siempre tiene habitaciones donde no entra nadie

Lo verdaderamente hermoso casi nunca es bonito.

—Abuela, en eso tienes razón. Por ejemplo, el dolor. ¿La destrucción? ¿Lo bestial? Ese algo tan doloroso que nos lleva a cerrar los ojos para no verlo. Ese algo que hace que todos aquellos que lo ven, desvíen la mirada. Es posible que sea al reconocer nuestro propio dolor cuando lo rechacemos, afirmando: No me gusta, no lo entiendo, no lo quiero tener, es feo, asqueroso

En el cuello la arteria seguía trabajando

Poco después le conté a la auxiliar, de forma detallada e incoherente, que lamentablemente me había peleado con mi marido ya en el avión y que él se había largado. Hasta que me divisó en la terraza del café desde la otra acera, y cruzó la calle y lo atropellaron.

Para mi gran sorpresa, me di cuenta de que la mentira me había salvado, una vez más

Pero esta no me había visto llorar antes. Desconocía mi resistencia y cuántas molestias podría llegar a causar. Así pues, me lanzó una mirada amistosa a la par que pedagógica

No va a resultar nada fácil. ¡Pero incluso el demonio utiliza la imaginación cuando la necesita!

Tuve la idea. Garabateé su nombre y le ofrecí el pliego.

—Amadeus ¿qué? —querían saber.

Entonces empecé a sollozar. Es increíble lo que se consigue llorando. Bien, precisemos: siempre y cuando el interlocutor no esté ya cansado de lágrimas

Finalmente me levantó de la silla y me sacó de allí a rastras.

Yo era una muñeca de trapo mugrienta. Recién salida del desván de la infancia, colgaba del brazo de la mujer vestida de blanco, sobre el tablero de ajedrez, intentando ganarme su amistad haciéndole cosquillas en la mejilla con los mechones de mi pelo de lana. La muñeca de trapo tenía un agujero en la cabeza y sus manos de tela, sucias y abandonadas, colgaban de aquí para allá ligeramente desamparadas. Tenía claras señales de haber sido arrojada a un rincón por manos crueles

Herbjørg Wassmo

«EL MOTIVO»

Título original: «Motivet»