En tiempos recientes, en los últimos doscientos mil años, hemos vivido con los humanos y aprendido su aprecio particular por esa misma oscuridad, a la que no se entregan tan completamente como nosotros. Pero cuando predomina en ellos, nosotros prosperamos. Cuando fomentan la pobreza, la suciedad y la miseria, nosotros nos fortalecemos. Y por medios tortuosos, tras mucho experimentar y mucho fracasar, hemos acabado por conocer los requisitos previos de la miseria humana. La guerra y el calentamiento global, evidentemente, pero también, en tiempos de paz, las jerarquías inamovibles, la concentración de la riqueza, las supersticiones arraigadas, la maledicencia, las divisiones, la falta de confianza en la ciencia, en el intelecto, en los extranjeros y en la cooperación social.