Punto de cruz

Margo Glantz tiene un ensayo que se llama “La modernidad empieza con la aguja”, en donde dice que “si la historia la hiciesen las mujeres, se registraría el descubrimiento de la aguja y del hilo como el inicio de la Edad Moderna”. Su idea para el ensayo es escribir sobre “zonas de nuestro acontecer que tradicionalmente han liberado y constreñido a las mujeres”. Por ejemplo, el bordado

Me dieron ganas de quedarme un rato más ahí, viéndola mientras bordaba. De eso dan ganas a veces, de ver cómo es la gente que una ama cuando está a solas.

No estés triste, Lilí. Hallarás el hilo, y hallarás a la araña.

ELENA GARRO

Al ser relegado a la categoría de «manualidad» o «artesanía», el bordado se salvó de la ridícula idea de originalidad que rige el canon masculino del arte occidental. Pasa lo mismo en mucha literatura escrita por mujeres, tomamos prestadas palabras de otras mujeres para que nos ayuden a expresarnos o por el puro gusto de compartirlas, repetirlas y saborearlas. Lo hacemos sin miedo, sin vergüenza, gozándolo.

Leía todo el tiempo, en la biblioteca, en los parques, en mi cama, y era delicioso pasar los días como abajo del agua, buceando de libro en libro, sumergida entre naufragios, montañas y arrecifes literarios.

Otra cita de Margo: “La actividad culinaria o la actividad de la rueca son tan importantes en la historia como el descubrimiento del bronce o del hierro: tejer o bordar son actos definitivos, mucho más definitivos que producir una bomba atómica”.

Víctor Frankenstein logró darle vida a un monstruo hecho con partes de cadáveres. Trabajó sin descanso durante meses para construirlo. Para conseguir los materiales mató y desmembró varios animales y saqueó en las noches las tumbas y los osarios. Frankenstein no nos explica cómo unió estos pedazos de cuerpos, pero lo más probable es que haya implicado un enorme trabajo de costura. Víctor Frankenstein era, en el fondo, un sastre. En las películas así se muestra. La criatura tiene puntadas por todo el cuerpo.

Antes sabía todo eso de ella: sabía todo de ella. De ellas. Casi todo.

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La etimología del verbo bordar tiene una raíz indoeuropea (bhar) que significa punta, aguja, que la emparenta con la palabra fastus del latín, que dio fastuoso y fastidio. Bordado y bordar vendrían después del francés antiguo bord, que significa “lado de la nave”

No estés triste, Lilí. Hallarás el hilo, y hallarás a la araña.

ELENA GARRO