Peluquería y letras

En la literatura siempre es así, escribes de una cosa aunque en realidad estás hablando de otra

¿acaso aquel no era el verdadero triunfo del capitalismo, instrumentalizar la indignación y transformarla en productos de consumo que apaciguaran la mala conciencia de los lectores?

Aquí quedaría muy bien que describiera el sueño que tuve, sería una ocasión perfecta para hacer un resumen de lo narrado hasta ahora –

Yo no iba a responder a estos cuestionamientos, no ahora; ahora tenía que defender este espacio de nulidad, no permitir que los estímulos aleatorios y arbitrarios del mundo exterior alteraran mi estado de ánimo, mi felicidad, permanente o pasajera.

Nada de aquello dejaría de existir tal como era sin mi intervención, la realidad no exigía de mí nada. Por fin nada que narrar.

Nada de aquello dejaría de existir tal como era sin mi intervención, la realidad no exigía de mí nada. Por fin nada que narrar.

exactamente como hacen los taxistas en las películas cuando ven algo extraño por el espejo retrovisor.

En honor a la verdad, debo confesar que mi educación católica, por mucho que luchara contra ella, me mantenía en guardia permanente contra la inutilidad –siempre me he sentido culpable de desperdiciar el tiempo–, por lo que pensé en aprovechar el paseo para echarles un ojo a las peluquerías de la zona y, quién sabe, pedir cita si alguna me convencía.

sobre la mitificación de la figura del escritor torturado, sobre la profesionalización de la escritura,

–¡Escribiendo en horario de trabajo! –respondió la segunda.