Cállate, Belov—, gruñe Kai, su mirada sin dejar la mía. —Tú eres mi razón de vivir, cachorro. Y, en esta vida, no necesito una firma ni una ceremonia para confirmar que eres mía. Lo eres. Y soy tuyo, cada célula de mi cuerpo. Hasta mi último aliento. E incluso cuando muera, en cualquier otra vida que me aguarde—. Él ahueca mi apoya la mejilla en la palma de su mano e inclina la cabeza de modo que nuestras narices casi se tocan. —Pero quiero hacer esto bien—.