La encomienda

Él me contestó que nunca sería exitosa, que lo había leído en un libro: la gente exitosa no era propensa a la introspección.

sea: estrenar un cuerpo o una casa es inaugurar su deterioro.

Yo me veo a mí misma como una actriz secundaria que pasó los treinta años y todavía no tuvo un papel relevante, así que combate su inseguridad anunciando que leyó filósofos.

Mi tía era buena pero aburrida. Era como un novio formal al que había que volver después de un fin de semana apasionado con un heroinómano bellísimo y aventurero

Odio planear, odio ejecutar, y odio la conciencia de que nunca estaré a la altura de mi propia expectativa

Para hablarle de mi madre tendría que remontarme al origen de los tiempos: el caos, la oscuridad, la ausencia de lenguaje y de sentido

Me gusta el silencio, pero no tiene mucha gracia si se practica de a uno. Entre dos, en cambio, significa plenitud. También significa ilusión de perdurabilidad. Pero no hay que fiarse, a veces el silencio es una forma de esconder lo frágil: mirarse para comprobar una felicidad manchada por el miedo de que, si alguien llega a mencionarla en voz alta, se rompa.

La intimidad entre dos personas está hecha de estos silencios, pensé. Hay otras cosas hechas de silencio: la confianza, los perfumes, la literatura. Me gusta el silencio, pero no tiene mucha gracia si se practica de a uno. Entre dos, en cambio, significa plenitud. También significa ilusión de perdurabilidad. Pero no hay que fiarse, a veces el silencio es una forma de esconder lo frágil: mirarse para comprobar una felicidad manchada por el miedo de que, si alguien llega a mencionarla en voz alta, se rompa.

Recuerdo el cuerpo de Axel encima del mío, presionando lo justo para impedir la movilidad sin asfixiarme. Axel es hábil con las manos. Las tiene entrenadas, es obvio. ¿Cuántos pantalones habrá tenido que desabrochar y bajar para aprender a encastrarse perfectamente entre las piernas de una chica sin desvestirla del todo? Mientras estuve allí debajo, aspirando el escasísimo aire que había entre su pecho y mi cara, tomada por un hedonismo ciego, pensé que tanta intensidad sería capaz de dislocarme.

Quiero proyectar nuestro encuentro. Quiero abstenerme de pelear. Planeo sostener el rato con tareas pequeñas: poner la pava, pelar naranjas, escucharla sin intervenir. Escuchar es una muestra de hospitalidad: cedo el aire disponible en mi casa para que circulen tus palabras.