En el sueño viví la transformación de una economía de mercado en una economía de dones, los bienes privados convertidos en riqueza común. Y en esa transformación, las relaciones que se forjaban resultaban de tanto provecho como los alimentos que me llevaba. En cada puesto y cada manta del mercado veía la compasión y el calor humano transmitirse de mano en mano. Juntos, celebrábamos la abundancia de cuanto se nos había dado. Todas las cestas contenían lo suficiente para una comida, la justicia se había realizado.