Cólmenlo de todas las bendiciones terrenales; húndanle la cabeza en la felicidad, tan hondo que apenas suban algunas burbujas a la superficie, como si estuviera en el agua; asegúrenle tanta prosperidad económica que no tenga ya que hacer nada que no sea dormir, hartarse de priániki22 y preocuparse por la continuidad de la historia universal... Incluso en ese caso, el hombre, por pura ingratitud, por afán de difamar, cometerá alguna bajeza. Incluso arriesgará sus priániki y deseará a propósito la insensatez más nefasta, el disparate más antieconómico, solo para añadir a esa incuestionable cordura su pernicioso elemento de fantasía