La Mujer Habitada

Nadie que ama muere jamás.

O por la identidad… Cada uno de nosotros carga con lo propio hasta el fin de los días. Pero también construye. Como arquitecta deberías saberlo. El terreno es lo que te dan de nacimiento, pero la construcción es tu responsabilidad.

problema era saber cuál de esas personas era realmente ella.

El problema era adivinar lo que acabaría siendo. Se tenía que acostumbrar, por lo pronto, a ser tres personas.

—¿Pero nunca te has preguntado o has tenido inquietudes sobre vos mismo, sobre qué querés, quién sos, qué hacés en el mundo?

No soy yo. Ella no soy yo vuelta a la vida. No me he posesionado de ella como los espíritus que asustaban a mis antepasados. No. Pero hemos convivido en la sangre y el lenguaje de mi historia, que es también suya, ha empezado a cantar en sus venas.

, en todo caso, si a uno no le hacen nada, se lo hacen a otros… y allí es donde entra la conciencia. Porque si uno deja que se lo hagan a otros, se convierte explícitamente o no, en cómplice.

Dejarla fue mi única duda. Dejarla a ella, la que me enseñó el amor.

¿Quién no soñaba con un mundo mejor? Era lógico que le atrajera la idea de imaginarse compañera, verse rodeada por esos seres de miradas transparentes y profundas, con serenidad de árboles. Pero nada tenía eso que ver con la realidad, con su realidad de niña rica, arquitecta de lujo con pretensiones de independencia y cuarto propio Virginia Woolf.

Tanta gente se las ingeniaba para ignorar la miseria aceptando las desigualdades como ley de la vida.