Borges en 90 minutos

El «yo» vivo se limita a vivir en el corazón de esa página web que sacamos de nosotros mismos para atrapar, mantener a raya o seducir a los demás.

Cada uno de nosotros cuenta con un «yo» vivo y un «Borges», una persona que «desarrolla» su yo público, sus acciones, lo que hace, sus creaciones, lo que «hace» con su vida.

el lector se toma un momento para autoanalizarse verá que la situación descrita por Borges es una parte fundamental de la condición humana. Es importante saber cómo vivimos nuestras vidas.

«No sé cuál de los dos escribe esta página».

Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica.

El «yo» que vive y el «Borges» que escribe comparten muchas cosas, pero en último término son dos criaturas diferentes. Uno utiliza al otro, pero el otro también depende del uno.

Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Robert Louis Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor.

Borges tuvo la última palabra sobre Borges en su propio e inimitable estilo. Más de un cuarto de siglo antes de morir escribió la pieza autobiográfica Borges y yo. Cuando se publicó parecía una enigmática pieza de psicología en la que comparaba a su yo vivo («yo») con su yo escritor («Borges»).

Pero el relato da un giro clásicamente borgiano, cuando cuenta cómo todos los presentes vieron «el cuerpo bajo el cielo. Pero el fin de otra historia más antigua fue lo que vieron». Esa «historia más antigua» es lo que había movido a todos a hacer un juramento de silencio, lo que lleva al narrador a concluir: «Las cosas duran más que la gente».

Me he afiliado al partido conservador, lo cual es una forma de escepticismo,