Saltan chispas

—Por los finales felices.

Ella la levanta también.

—Y por las mascotas infinitas.

—No —respondo inmediatamente, aunque ya es demasiado tarde.

—Por los finales felices y por las mascotas infinitas —dice todo el mundo a coro.

Desde entonces, aunque he intentado negarme, también hemos acabado acogiendo a: Neville, un border collie rescatado amante de las tertulias matinales de la tele; Mary-Kate y Ashley, dos gatas negras que, a pesar de haber pasado tres años desde que las adoptamos, todavía no soy capaz de distinguir; y nuestra última adopción, Esmeralda, una cerda que no se decide sobre si es una perra o una gata, pero que sin duda está convencida de que no es una cerda.

Aurora se coloca delante de mí y se apoya sobre mi pecho mientras miramos fijamente el cartel de FINAL FELIZ que hay sobre la puerta de la librería—. ¿Y si nadie quiere comprarme libros porque no soy un negocio familiar?

—Claro que somos un negocio familiar. Lo puedo escribir con rotulador en el escaparate si quieres.

—No estoy segura de que tú, yo y los animales contemos como negocio familiar.

—Cuéntame un secreto, Callaghan.

Me aparta el pelo de la cara y me mira como si fuera lo único que existe en el mundo.

Ni siquiera duda.

—Me estoy enamorando de ti, Aurora.

Diez millones de mariposas.

—Yo también me estoy enamorando de ti.

El corazón me retumba tan fuerte como los pasos de Russ, y a medida que baja vamos viendo su cuerpo poco a poco a través de la barandilla: tobillo, gemelo, rodilla, muslo…

—¿Está desnudo? —susurra Mattie, asustado.

—Hoy no tenía intención de ver ninguna polla que no fuera la mía —murmura Kris.

Muslo… y calzoncillos. Gracias a Dios. Todo el grupo suelta un suspiro de alivio colectivo, y cuando Russ baja las escaleras lo suficiente como para poder ver el salón, se queda paralizado.

—Sorpresa —dice Henry de la forma menos entusiasta posible.

Russ se queda boquiabierto.

—Hostias.

La tienda no fue una de mis mejores ideas, y sobre las dos de la madrugada ya estaba tan harta del ruido que hacía cada vez que me movía un poco, que le pedí a Russ que volviéramos a meternos en casa.

Me pareció que podía ser un plan romántico, pero por primera vez nos costó mucho caber dentro. Era muy incómoda y agobiante y sin duda fue un error pensar que sería bonita. Además, en un momento dado, apareció una araña enorme; luego Russ me prometió que la había sacado, pero yo creo que era mentira, y ahora me preocupa habérmela comido mientras dormía.

Emilia y yo tuvimos que hacer el doble de trabajo porque Russ y Xander se pasaron una hora despidiéndose emocionados de Pez, Salmón y Trucha. Creo que incluso los perros lo superaron antes que ellos.

¿Por qué no vais a pedirle que os cuente un secreto?

Las chicas corren hacia Russ y lo agarran mientras intenta arbitrar el partido. Él se agacha a su altura y ellas se inclinan susurrando el mensaje. Él me mira a través del espacio que hay entre ellas, sonriendo, y aunque no puedo verle mucho la cara, sé que podría distinguir sus hoyuelos si estuviera lo bastante cerca.

Dios, no me imaginaba que estaría alguna vez así de obsesionada.

Lo veo susurrar una respuesta y ellas se echan a reír antes de volver corriendo hacia mí. Sadia llega primero.

—Dice que le hace ilusión verte en la universidad, y que ahora nos cuentes tú uno.

—Mmm. —Me doy golpecitos en los labios y finjo pensar—. Pues mi secreto es que me gusta mucho Russ.

Doy por hecho que se van a poner a chillar y a reír y a dar saltos, como siempre hacen con cualquier cosa, básicamente. Pero Freya pone los brazos en jarras.

—Eso no es ningún secreto. Ya lo sabe todo el mundo.

—Sí —dice Sadia—. Estás enamorada de él. Cuéntanos un secreto de verdad.

No esperaba que hoy me riñeran unas niñas.

—Vale, vale. Mi secreto es que quiero repetir todo esto el año que viene.

Y una cosa, Russ: como le rompas el corazón, tengo un millón de lugares posibles donde enterrar un cuerpo. Tenemos hectáreas que ni siquiera conoces. Nunca te encontrarían.

Jenna da bastante miedo, y la verdad es que la creo perfectamente capaz.

—«Padre» no es más que una palabra. Y no significa nada a menos que haya actos de verdad detrás de ella. En realidad, ese tío no es más que un gilipollas con el que compartes ADN. Y ya está. No lo necesitamos. No te va bien sin él, te va mejor.