Y ya que en ésas estamos, ¿qué decir del futbol? Otra afición mexicana que me caga, a pesar de las bien torneadas piernas y las a veces insuperables nalguitas de los jugadores: qué placer ver sus gráciles cuerpecillos corriendo por el pasto, y también qué placer verlos besarse y montarse unos sobre otros, o cuando se golpean por accidente y sufren alguna luxación que los obliga a tirarse al suelo abrazándose una pierna y tensando un poco los glúteos. Pero qué molesta la voz de los cronistas y qué desagradables las figuras de los árbitros y, más que nada, el público: nacos cachetones, colorados, sudorosos, que gritan exaltados cada vez que hay un gol o, supongo, cuando salen o juegan bien sus equipos favoritos, nacos borrachos, con panzas cerveceras, que echan a perder el placer que podría uno obtener de ver el futbol con el sonido apagado.