Se crea, en palabras de Hans-Robert Jauss y de Umberto Eco, una «poiética» entre el espectador y la obra. Lo inefable, aquello que no puede ser dicho, explicado o descrito con palabras, por tener cualidades extensas o ser muy sutil o difuso, ese es el elemento inmaterial del arte, de la creación intelectual, ese es el objeto de la protección de la propiedad intelectual.
Este elemento inmaterial está ligado, a su vez, al signo del artista, a la mano del autor. El autor, ser «hu-mano», transmite su signo distintivo, su halo. Es ese elemento inmaterial el que dota de sentido el resultado de lo creado: la obra del autor constituye un valor inmaterial que es digno de protección con independencia del valor material del objeto creado.