Recordé una entrevista a Emmanuel Carrère, poco después de publicar Yoga, en la que decía que estaba pensando en dejar la autoficción porque escribir autoficción le había complicado demasiado la existencia. Como consecuencia de su último libro, su exmujer había montado un gran escándalo porque según ella Carrère desvelaba secretos que se había comprometido, ante notario, a no contar. Era demasiado arriesgado y peligroso ponerse a uno mismo y a sus familiares en el centro del huracán. Yo también había sentido, a veces, que era mi propio conejito de indias, me inyectaba esto, vivía aquello, me exponía o me protegía, esperaba a ver qué pasaba, si sobrevivía o no, y luego lo escribía.