El día de su muerte no fui a la escuela, me quedé en casa. A paso ligero Madre fue a la estación para hacer una diligencia, con una expresión tan sombría que la acompañé sin atreverme a hablar. Más que triste por la pérdida, es probable se sintiera molesta por la cantidad de tareas que derivan de la muerte de un ser humano. Padre había viajado por su trabajo a los Estados Unidos, pero tampoco en Japón habría sido de gran ayuda. Me preguntaba si en el camino vería ciruelos florecidos. Si los brotes verdes de los equisetos se extenderían a los lados de la carretera. Si el Monte Fuji, que veíamos por la ventana del segundo piso, estaría envuelto en bruma ese día de mediados de marzo.