Contra el canon

La televisión, las películas, los satélites, el jet habían acortado las distancias. Los artistas usaban correo, telegramas, máquinas de telex, fotografías, largometrajes, documentos para transmitir o informar sobre su obra

Los relatos de los años sesenta iluminan el momento en que se tornó visible un dato que, si bien no era nuevo, alcanzaba un grado de generalización que lo hacía ineludible: las instituciones del arte no eran solo bellas salas en las que se disponían las obras; eran espacios en los que se administraban valores

ntre los años sesenta y ochenta, los artistas imaginaron y anticiparon el potencial de la tecnología digita

tal contexto se elaboraron comunidades de sentido conformadas por artistas que buscaban mantener activa la posibilidad de la expresión, de la poesía y de la crític

uscaban minar los límites de las instituciones del arte

Muchas de las obras realizadas entre 1963 y 1982 facilitaban la interconexión, el contacto, recurrían a objetos cotidianos, al estatuto de la reproducción y la circulación, a las copias y a las instrucciones

diagnóstico del presente sostenía que la

as imágenes tradicionales del arte no podían ya competir con las que multiplicaban los medios

Glusberg diseñó un formato económico: los proyectos se imprimían en heliografías que incluían la ficha técnica de la obra y que se montaban sobre la pared o en un panel. Los artistas enviaban sus propuestas en papel de calco y en Buenos Aires se imprimían en heliografía, en el tamaño estándar de 60 x 90 cm.

Allí plantearon que el arte era parte de la ideología tanto como la política, la moral, el derecho y las costumbres