El cielo de la selva

Para mis bisabuelas, que parieron demasiado.
Y para mis tías, que decidieron no parir.

La naturaleza de la muerte es una para todos, es un idioma común de las especies.

se viene a morir, a la vida me refiero, y a la selva también

El mundo es una tumba abierta en la que me hundo.

por no mirarle los ojos hasta adentro, hasta el exacto sitio donde brillaba también la luz de las locas.

Luego fijó la mirada en la hacienda, como si se hubiera dado cuenta de que había llegado a algún sitio. La señaló con el dedo:

—Mi casa…

Pero esa distancia no es, en el fondo, tan extraña ni tan exacta, porque en la niña moran unas ansias monstruosas de saber de las oscuridades, las locuras y los secretos ajenos, de todo ese dolor de los otros que es más fácil de contemplar que el propio

Dios es un cuchillero amable que hunde el filo ahí donde la carne es gorda

La selva era un dios hambriento como todos los dioses del mundo

Carajo, los muertos no necesitan nada salvo que dejemos de mirarlos.