El cielo de la selva

Para mis bisabuelas, que parieron demasiado.
Y para mis tías, que decidieron no parir.

se viene a morir, a la vida me refiero, y a la selva también

La naturaleza de la muerte es una para todos, es un idioma común de las especies.

A dios hay que ablandarle los oídos con padrenuestros. Hay que hacerle señales de humo para que baje los ojos y se dé cuenta de que aquí estamos.

Luego volvió a entrar en la selva y se hizo una sombra entre lo verde mientras el calofrío me subía por el útero, por el vientre, por la boca.

Le vi los ojitos de furia y luego la calma de quien no tiene otro remedio que obedecer, de quien se sabe demasiado adolorida para enfrentar huesos jóvenes.

dios hay que ablandarle los oídos con padrenuestros. Hay que hacerle señales de humo para que baje los ojos y se dé cuenta de que aquí estamos.

Porque la vejez es el tiempo en el que nos cobran las deudas.

usted?
—Me acuerdo. De todo. Lo bueno sería no acordarme de todo, carajo. Pero los viejos si no están chungos son como los elefantes, lentos y pacientes. Masticamos los recuerdos y así nos mantenemos vivos.

Camina como si no supiera dónde empieza el mundo y dónde sus pies.