Era la Elizabeth Bennett de su era. En Orgullo y prejuicio, la heroína de Jane Austen había llegado exactamente a la misma conclusión en lo concerniente al señor Darcy, cuyo atractivo y cortesía eran soberbios. Sin embargo, su extracción de clase alta le había merecido el odio de clase media de Elizabeth, quien lo tachó de esnob y bueno para nada.