Un largo camino

Los tiros fueron aumentando a lo largo del día y se extendieron por toda la ciudad. Los ciudadanos permanecían en los porches, tensos, temblando de miedo. Mohamed y yo nos miramos: “Otra vez no”.

Me quedé despierto toda la noche y pasé una semana sin dormir. Aquella semana salimos dos veces más y no tuve problemas en disparar.

Era como si todos supiéramos que solo podíamos ser felices un ratito

Una de las cosas inquietantes de mi viaje, mental, física y emocionalmente, era que no estaba seguro de cuándo o dónde acabaría. No sabía lo que iba a hacer con mi vida. Tenía la sensación de estar empezando una y otra vez.

Ojalá yo fuera ese hombre. Es tan feliz y está tan contento con su vida...

Nuestra inocencia se había tornado en miedo y nos habíamos vuelto monstruos. No podíamos hacer nada por evitarlo.

Las circunstancias cambiarán y todo se arreglará, solo tienes que aguantar un poco más

Me alegraba de ver otras caras y al mismo tiempo estaba desilusionado porque la guerra había destruido el placer de la experiencia de conocer gente. Ya ni siquiera se podía confiar en un niño de doce años.

Estábamos tan hambrientos que nos dolía al beber agua y teníamos calambres en las tripas. Era como si algo nos devorara el interior del estómago.

El corazón me latía más rápido que nunca. Los tiros parecían acoplarse a los latidos de mi corazón.