La conversación terminó más o menos así. No sé cómo acabamos aquel encuentro. No sé cómo se pone un límite, cómo se puntualizan o se finalizan ese tipo de emociones, esos deseos que se desvían y llegan a las personas equivocadas, o esos deseos que se descarrilan antes de llegar a nosotros, dejándonos con unos celos ridículos y equivocados. Equivocados porque muchas veces parece —como pasa cuando vemos cosas en los espejos— que alguien que se mira a sí mismo o a alguien más está enamorado, pero en realidad nos miran solo porque los miramos aunque dé la impresión de que miramos cualquier otra cosa