Levantándose con un sobresalto de este sueño, se sintió embargado por una profunda tristeza. La manera en la que había estado viviendo la vida le parecía carente de valor… carente de valor y sin ningún sentido. No le quedaba nada que estuviera vivo, nada que fuera delicioso de alguna manera o que valiera la pena conservar en las manos. Estaba solo, allí, como un náufrago vacío en la orilla.
Con la mente sombría, Siddhartha fue al jardín del placer que poseía, cerró las rejas, se sentó debajo de un árbol de mango, sintió la muerte en su corazón y el horror en el pecho y percibió cómo todo moría dentro de él, cómo todo se marchitaba, cómo todo acababa en su interior. Poco a poco puso sus pensamientos en orden y, en la mente, recorrió de nuevo todo el camino de su vida, empezando con los primeros días que pudiera rememorar. ¿Cuál había sido un momento en el que hubiera experimentado felicidad, verdadera alegría? Ah, sí, varias veces había experimentado algo así.