Tal como vivimos, morimos

si queremos descubrir nuestra propia sabiduría, no hay otro lugar donde buscar que en nuestra propia neurosis. Descubriremos entonces que hay emoción con ego y emoción sin ego.

En lugar de luchar con nuestras emociones, las dejamos ser. No las exteriorizamos ni las reprimimos. Simplemente las dejamos ser. Simplemente conectamos con lo que nos hacen sentir.

Utilizar nuestras emociones como un sendero hacia el despertar se basa simplemente en permitir que la emoción sea tal como es.

Mediante la práctica de dar y tomar –utilizando la alternancia natural de nuestra respiración como medio– podemos transformar cualquier emoción perturbadora en una semilla de virtud, en una semilla de amor y compasión

Cultivar un sentimiento de calidez incondicional hacia nosotros mismos es la base para transformar nuestros kleshas en amor hacia los demás.

lo que sea que esté agitando nuestro corazón, también agita los corazones de innumerables seres. Son innumerables los seres que se sienten perturbados por sus emociones, quedando atrapados en sus historias, reaccionando a ellas y viéndose arrastrados de manera destructiva. Y esta confusión, ansiedad y angustia ocurren de muchas maneras y tiene innumerables sabores. Sin embargo, nunca es solo mi dolor. Lo que sentimos es compartido por todos. Cuando experimentamos ira, conocemos la ira de todos los seres. Cuando nos encontramos con el aferramiento del deseo insaciable, conocemos el deseo de todos los seres.

En la práctica de la transformación, comenzamos en primer lugar con el espacio consciente y luego llevamos las cosas un paso más allá. Utilizamos nuestros pensamientos de manera deliberada para proporcionar a los kleshas una dirección positiva. Y lo hacemos usando el dolor de nuestras emociones –esa misma intensidad que solemos evitar– para conectar con los demás.

Tres objetos, tres venenos, tres semillas de virtud». «Tres objetos» se refiere a tres categorías de objetos: los que nos resultan agradables, aquellos que nos parecen desagradables y aquellos sobre los que no tenemos ningún sentimiento particular. Los tres venenos –apego, agresividad e ignorancia– emergen en respuesta a estos objetos. «Tres semillas de virtud» nos indica que estos venenos pueden ser algo muy valioso.

La práctica de parar o abstenerse es la forma más básica de trabajar con nuestros kleshas: no hablar, no actuar y entrar en contacto con lo que sentimos.

En lugar de seguir adelante y volver a los viejos patrones de culpar, juzgar o evitar lo que sentimos, dejamos espacio. Nos detenemos. Disminuimos la reactividad.