¿Había cosa más mezquina? ¿Podría haber sido más cruel? Era una demostración del poder que un hombre débil tiene sobre un hombre más débil. Pero eso no era todo, porque después de meterse el dinero y los pañuelos de vuelta en el bolsillo, dijo:
—¿Te puedo invitar un trago?
Patrick entendió que no estaba insultando a Roger tanto como se estaba castigando a sí mismo; se iban a poner a beber juntos, los dos, y Patrick pagaría, y se emborracharía lo suficiente como para creerse generoso. Quizás algunas horas después Roger juntaría el coraje suficiente como para darle un puñetazo; pero de hacerlo posiblemente se iba a lastimar la mano y no podría tocar el violín por un tiempo, así que Patrick tendría que ayudarlo prestándole plata. Era una historia de nunca acabar.