Siempre fui una incomprendida. Cuando tuve problemas por acuchillarle los neumáticos al señor Cavanaugh, intenté explicarle a mi madre que él me había dicho que me suspendería en matemáticas a menos que yo dejara que me metiera mano. Nadie me creyó. Mi madre me mandó al internado porque no paraba de meterme en líos. La cosa no salió muy bien. Tras el incidente en el internado, se desentendieron de mí para siempre.
Entonces, cuando, después de salir de la prisión, conseguí por fin un empleo decente, tuve que lidiar con el tal Kyle, el barman, que me tocaba el culo siempre que se le presentaba la ocasión. Así que, un día, giré en redondo y le estampé el puño contra la nariz.