y el mundo que tanto amamos y maldecimos se desvanece
como se desvaneció la Tróade bajo los pies de Ganimedes,
ahora que estoy por cumplir cincuenta años
y la vejez me es más próxima que la juventud,
como antaño el que aguijoneado por el tábano de la incertidumbre
se encaminaba a Dodona para escuchar al oráculo
en las hojas del roble sagrado tañidas por la brisa,
yo, Luis Felipe Fabre, he venido a la Poesía para preguntar
cómo amar de nuevo, cómo pensar a los dioses y cómo vivir bellamente.