El prisionero de Azkabán

—¿Piensas que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que los recordamos especialmente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry, y se manifiesta más claramente cuando lo necesitas.

Las consecuencias de nuestras acciones son siempre tan complicadas, tan diversas, que predecir el futuro es realmente muy difícil.

Un grupo prieto y numeroso

—Yo no busco problemas —respondió Harry, molesto—. Los problemas normalmente me encuentran a mí.

¡Harry! —dijo Fred, quitando a Percy de en medio de un codazo, y haciendo ante él una profunda reverencia—. Es estupendo verte, chico…
—Maravilloso —dijo George, haciendo a un lado a Fred y cogiéndole la mano a Harry—. Sencillamente increíble.
Percy frunció el entrecejo.
—Ya vale —dijo la señora Weasley.
—¡Mamá! —dijo Fred, como si acabara de verla, y también le estrechó la mano—. Esto es fabuloso…

Uf, no, Harry no querrá de éstos. Creo que son para vampiros -decía Hermione.

–¿Y qué te parece esto? – dijo Ron acercando un tarro de cucarachas a la nariz de Hermione.

–Aún peor -dijo Harry.

A Ron casi se le cayó el bote.

–¡Harry! –

–Usted nos ha hecho una pregunta y ella le ha respondido. ¿Por qué pregunta si no quiere que se le responda?

Claro que él no sabía que Fred y George le habían echado escarabajos en la sopa.

Sirius era Canuto, Peter Colagusano y James Cornamenta.

Incluso se había visto trabajar a Fred y a George Weasley; estaban a punto de obtener el TIMO (Título Indispensable de Magia Ordinaria). Percy se preparaba para el ÉXTASIS (EXámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas), la titulación más alta que ofrecía Hogwarts.