—¿Qué ha pasado? —pregunté.
—Leí la carta tal y como habíamos quedado. Al principio no sucedió nada, pero después pude sentir el olor del perfume de mi madre y como una brisa que me rozaba. A continuación, el olor de la pipa de mi padre… Y como un abrazo… Y eso fue todo.
—¿Crees que ha funcionado? —preguntó Eric.
—Sé que ha funcionado porque hay una cosa que siento: siento que puedo marcharme.