Gansey creía que su vida debía responder a un propósito elevado, que tenía que hacer una contribución para el mundo que justificase los privilegios de que disfrutaba, o de lo contrario dejaría de encontrarle sentido a su existencia.
«Los pobres lamentan su pobreza», había filosofado Adam en una ocasión, «pero los ricos también lamentan su riqueza».