El Mago del Tarot de Marsella, con su lemniscata llena de vivos colores, simboliza este proceso. El sentimiento de «hacerse o devenir» se refleja en el número que tiene el Mago, el Uno. Es un número yang, o del poder masculino; es luz, brillo, actividad, poder penetrante y se asocia con el cielo y con el espíritu. Pero, como ya hemos dicho antes, este mago está lleno de ambigüedades ocultas, pues el hecho de que haya uno nos revela de inmediato la existencia de otro. La idea de uno sólo puede ser experimentada en relación, por lo menos, con otro. El número uno representa la conciencia humana pues, como el hombre, está erecto y es un trazo que une el cielo con la tierra, de pie. La conciencia implica también una dualidad: el observador y el observado. Podemos pensar que, en la oculta costilla del Mago, se halla contenido el principio femenino cuyo número será el dos. Como el pez símbolo del Tai-chi, cuyo blanco lleva dentro de sí el punto negro; así, escondido tras la ambigüedad del Mago, aparece un punto oscuro de la ambivalencia femenina.