Cruzo los brazos y la toco excesivamente dura y en punta, y yo tan blando que la vergüenza me golpea en lo único firme, mi amor a usted; cierro los ojos y la veo de luz de acero para cortar mi sombra, y me tapo los oídos para la cruel risa de su silencio clavada en cada una de mis palabras que nacen como del suelo, y en mi boca su dulzura para los otros me amarga sangre de mi lengua mordida,