Sencillamente, sin el fin de toda pasión vulgar. Yo aborrezco más, tal vez, a los hombres de lo que odio a las mujeres. Necesito refugiarme en la amistad. El mundo está desierto para mí. Soy una criatura maldita, condenada a comprender la felicidad, a sentirla, a desearla y como tantas otras, obligada a verla huir de mí a todas horas. Acuerdese, señor, de que yo no le habré engañado. Le prohíbo amarme. Puedo ser para usted un amigo adicto, pues admiro su fuerza y su carácter. Tengo necesidad de un hermano, de un protector. Sea usted todo ello para mí, pero nada más.