Las cautivas

Pero no se quería oír hablar de los centenares de mujeres esclavizadas y violadas por él. Ellas tenían que esconderse o emigrar, sepultadas bajo un velo, con su dolor bien guardado en el equipaje. Lo más sencillo hubiera sido que murieran. Y algunos hombres de sus familias estaban dispuestos a encargarse de ello.

Víctimas de depredadores hacia los cuales nuestras sociedades, desde las más bárbaras hasta las más sofisticadas, siguen mostrando una lamentable indulgencia

La actitud “bajo perfil” era una regla de oro

forzados... «Usted no se imagina el miedo que tenían las muchachas de parecer demasiado brillantes, demasiado inteligentes, demasiado talentosas o demasiado bonitas»,

Antes del linchamiento, de los golpes, los disparos y los empujones, un rebelde introdujo brutalmente un palo de madera o de metal entre las nalgas del dictador caído, que empezó a sangrar. «¡Violado!», me susurró una de las mujeres, sin una pizca de pesar.

era un arma de guerra!»

el sexo fue en Libia un instrumento de poder: “Te callas y me obedeces. Si no, te violo a ti, violo a tu esposa o a tus hijos.” Y lo hacía, condenando a todo el mundo al silencio. La violación fue un arma política, antes de ser un arma de guerra.»

corrompió a la sociedad libia

Agredió sexualmente a varones de diecisiete años delante de sus fieles guardias. ¡En cualquier parte! ¡Brutalmente! ¡Como un zorro! Tenemos testimonios coincidentes. Y me niego a decir, como hacen algunos, que esos actos pertenecían a su vida privada. Eso no era hacer el amor. Era cometer un crimen. Y, para mí, la violación es el más grave de todos los crímenes.»

Sí; negar parece ser la tentación de los actuales amos de Libia