Josh y Hazel. Guía de fracasos amorosos

–Me interesa. –Hazel inclina la cabeza–. A los baristas suelen gustarles las chicas peculiares.

Algo se revuelve dentro de mí al escucharla describirse de ese modo

–Sí, pero tan solo asegúrate de que no sea una porquería traicionera.

–Pero, a fin de cuentas, ser yo misma es suficiente –declara y saca una mano por la ventana para sentir el viento con los dedos–. Soy suficiente.

No lo dice para convencerme a mí ni a ella misma, está segura de ello.

Parecen más hermanas que madre e hija

–. Demasiado Hazel.

Sí, es todas esas cosas, pero es por eso por lo que me agrada: es ella misma. Cuando avanza para salir de la cocina, la tomo de la muñeca.

–¿Dónde queda el minigolf?

–Es mi casa, genio.

–Un mensaje para avisarme que estabas en camino te hubiera salvado del golpe, genio –replica y se marcha hacia la habitación de invitados–. Duerme un poco. Mañana iremos al minigolf con mi madre.

Me alegra mucho que hayas venido. –Pausa–. Di algo.

–Llamaste a tu pez Daniel Craig.

–¡Sí! –afirma, al parecer, encantada de que le haya prestado atención

Imagino que la mayoría de los maestros de primaria duerme, come o llora en sus horas libres.

Sé que debería avergonzarme que la Hazel del pasado fuera tan inapropiada, pero no es que ahora sea mucho mejor, y arrepentirme no es lo mío

creo que hay algo en la mente de alguien de ocho años que resuena conmigo a nivel espiritual