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Adriana Cavarero

A pesar de Platón

  • Ale Carrillofez uma citaçãohá 2 meses
    madre, desde esta perspectiva, es ante todo y en muchos sentidos el umbral entre la plena e irreductible concreción del individuo –en cuanto ser vivo y singular– y el mundo en el que esta singularidad surge y se conforma: un mundo que ya es, que es antes y que es también sin esta singularidad.
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    un lado la madre es el umbral entre yo, que existo ya como hija, y el mundo entero, en el que no podría existir de no ser por mi madre.
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    una reconciliación indolora entre la singularidad y la vida infinita, es decir, la adhesión a una existencia individual que «vive del todo y en cada minuto vive de una vez», pero que, para hacerlo, no tiene por qué saberlo.
  • Ale Carrillofez uma citaçãohá 2 meses
    ya que en el incesante e interno trasiego metamórfico de la vida no hay ninguna nada, pues no puede haberla cuando la criatura humana aparta la mirada de su fin para volverla hacia el origen infinito y encarnado del que proviene.
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    El hombre engendra al hombre», dijo Aristóteles, tratando de atribuir al esperma paterno la totalidad causal del engendramiento; pero más exacto sería decir que los hombres engendran al Hombre, dando así a luz, tal como se habían propuesto, algo eterno en la medida en que, al menos según sus pretensiones, es también universal. Porque los hombres, necesariamente individuales y finitos, mueren, pero su esencia neutra/masculina, eternizada en la cultura occidental, perdura.
  • Ale Carrillofez uma citaçãohá 2 meses
    En pocas palabras: gracias al poder del saber matricida, ellos solos se traen al mundo, un mundo estructurado por este poder logocéntrico y en el que nacer (y, por tanto, vivir) es, no por casualidad, una cuestión políticamente regulable dependiente de una mera función reproductora.
  • Ale Carrillofez uma citaçãohá 2 meses
    pensamiento posplatónico tratará de curar la envidia masculina mediante la terapia de la mirada superficial: el cuerpo femenino, no visto ya en términos de su poder engendrador interno/secreto, será aquello que visto desde fuera aparece desprovisto de apéndice fálico. Sin embargo, el documento platónico es tanto más significativo por el hecho de que pertenece a los albores de la filosofía, un periodo en el que germina, por así decir, una envidia cuyos resultados pronto se volverán sistémicos pero que, por el momento, todavía dejan entrever la desposesión matricida que los sustenta. La tradición ha conservado algunas huellas de ese lenguaje técnico inherente a la concepción y la maternidad, pero lo que sobre todo ha quedado –incluso en periodos en los que la práctica empírica de la homosexualidad tenía que ser clandestina– es esa cualidad homosexual masculina de los espacios, los modos y los contenidos que caracterizan el saber.
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    porque, katá physin, el único sexo al que le ha sido dado alumbrar a ambos es el femenino, la Gran Madre en la que por naturaleza/nacimiento todos y todas tienen su origen, a la que deben ese poder de vivir que es el espacio y la condición de cualquier otro poder. Porque para ser bueno, rico, noble, honrado y bello, es preciso, cuando menos, ser. Ser un ser vivo, ya nacido.107
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    El famoso itinerario filosófico del amor enseña al hombre que ama a otro hombre la «contemplación gradual y correcta de las cosas bellas», hasta que llega a la idea de la belleza, una belleza que «existe siempre, que ni nace ni muere, que ni aumenta ni decrece».102 El amante asciende así, por grados, desde el amor a un solo cuerpo al amor de la belleza en todos los cuerpos bellos, para luego amar como algo más precioso aún la belleza de las almas y, por encima de todo, la de las virtudes y el saber que las almas bellas llevan en su seno, hasta que alcanza, a través del infinito mar de la belleza, la contemplación del que es (y ha sido siempre, desde el principio) el verdadero objeto de su incontenible deseo: la belleza en sí, es decir, esa idea de lo bello a la que la philosophía aspira en cuanto amor a la sabiduría.
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    Los hombres sienten el acuciante deseo de ser recordados y «conquistar para siempre una gloria inmortal».94 Aman tanto la inmortalidad proyectada en la memoria futura de los demás que arrostran toda clase de peligros y fatigas, aun «a riesgo de morir en el intento»,95 con tal de ganarse una fama imperecedera.
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