Ruina y ascenso

—Larga vida al Rey de los Piratas.

—De los Corsarios.

—¿Por qué tratar de ocultarlo? Rey de los Bastardos encaja mejor.

—De hecho —dije—, ya han empezado a llamarte Korol Rezni.

Lo había oído entre susurros en las calles de Kribirsk: Rey de las Cicatrices.

—He muerto aquí. ¿Lo entiendes? —Frunció el ceño. Pensaba que estaba delirando, pero necesitaba que me escuchara—. Este ha sido mi martirio, Tolya. He muerto aquí hoy.

—Sankta Alina —dijo con suavidad, y me besó los nudillos en un gesto elegante, como un caballero en un baile. Recé a todos los Santos reales para que lo comprendieran

—He muerto aquí. ¿Lo entiendes? —Frunció el ceño. Pensaba que estaba delirando, pero necesitaba que me escuchara—. Este ha sido mi martirio, Tolya. He muerto aquí hoy.

—Sankta Alina —dijo con suavidad, y me besó los nudillos en un gesto elegante, como un caballero en un baile. Recé a todos los Santos reales para que lo comprendieran

Tamar sollozó. Tolya soltó un juramento. Y ahí estaba otra vez: el sonido débil y milagroso de Mal tomando aliento.

Morozova era un hombre extraño. Era un poco como tú, se sentía atraído por la gente corriente y débil.

Cómo me había encontrado? Era una pregunta estúpida. Mal siempre me encontraba.

Quería algo más para ti. Un velo blanco sobre tu pelo. Unos votos que pudiéramos mantener.

—¿Una verdadera noche de bodas? Tan solo dime que esto no es un adiós. Ese es el único voto que necesito.

—Te quiero, Alina.

Sin ejército. Sin aliados. Tan solo faltaban tres días para enfrentarnos al Oscuro. Haríamos lo que pudiéramos, y si fracasábamos ya no habría más opciones. Tendría que asesinar a la única persona que había querido jamás, y que me había querido a mí. Me lanzaría a la batalla llevando sus huesos.

Sin ejército. Sin aliados. Tan solo faltaban tres días para enfrentarnos al Oscuro. Haríamos lo que pudiéramos, y si fracasábamos ya no habría más opciones. Tendría que asesinar a la única persona que había querido jamás, y que me había querido a mí. Me lanzaría a la batalla llevando sus huesos.

Sin ejército. Sin aliados. Tan solo faltaban tres días para enfrentarnos al Oscuro. Haríamos lo que pudiéramos, y si fracasábamos ya no habría más opciones. Tendría que asesinar a la única persona que había querido jamás, y que me había querido a mí. Me lanzaría a la batalla llevando sus huesos.