Aunque el señor Thompson haya descubierto de alguna manera que técnicamente no vivo en el distrito escolar del George Washington, puedo mentir para ganar algo de tiempo. Y si tengo que cambiar de instituto, que es lo peor que podría ocurrirme hoy, no pasa nada. Lo haré.
—¿Qué tal, Darlene?
La secretaria del instituto con peinado de madre apenas levanta los ojos de su revista del corazón.
—Siéntate, Ella. El señor Thompson te atenderá enseguida.