Parte del problema es que no comprendemos las reglas. Desde hace mucho hemos creído que si trabajamos más y no causamos molestias nuestro talento natural relucirá y será recompensado. Pero luego vemos que los hombres reciben ascensos y también que se les paga más. Sabemos en el fondo que no son más capaces que nosotras, pero proyectan un nivel de satisfacción consigo mismos que les gana notoriedad y recompensas. Esa satisfacción, esa confianza, es seguridad, o al menos la versión que los hombres tienen de ella.
Las más de las veces, la seguridad se manifiesta en ellos en forma muy poco atractiva y totalmente extraña para nosotras. A la mayoría no nos gusta dominar conversaciones, darnos aires en una sala de juntas, interrumpir a los demás o promover nuestros logros. Algunas hemos probado estas tácticas al paso de los años, sólo para descubrir que no son nuestro estilo.